sábado, 6 de diciembre de 2014

LOS SÚCUBOSDEMONIOS CON CUERPO DE MUJER


 Los súcubos son demonios que, con un atractivo aspecto femenino, se presentan a los hombres. Algunas teorías dicen que pueden cambiar de forma, acoplándose así al gusto de cada hombre y hasta haciéndose pasar por mujeres conocidas que un hombre desea. En todo caso, mediante el sexo con su víctima el súcubo drena energía e implanta pervertidas inclinaciones que conducen a la perdición

Qué son los súcubos


Los súcubos son demonios que se presentan con un atractivo aspecto femenino para seducir a los hombres y, a través de la interacción sexual (principalmente mediante el coito) con éstos, absorber su energía vital y ejercer un influjo moral y espiritualmente nocivo.
Etimológicamente súcubo proviene de una alteración desuccuba, término latino que significa “prostituta”. Así mismo, la palabra súcubo deriva del prefijo sub (“debajo de”) y del verbocubo (que se traduciría como “yo quedo”), comportando así la idea de alguien que queda por debajo de otra persona.

.El aspecto de un súcubo


La mayoría de testimonios sobre la apariencia de los súcubos provienen de la Edad Media, época en la que estos demonios tuvieron su apogeo en el imaginario social y en el ámbito teológico. De aquellos testimonios se colige que en gran medida la apariencia del súcubo varía dependiendo del gusto sexual de la supuesta víctima masculina, hecho aquel que sugiere la posibilidad del fenómeno como algo posiblemente originado total o parcialmente a partir de la psique del individuo.
Pese a lo anterior, los especialistas medievales concuerdan entre sí cuando dicen que los súcubos suelen aparecer como mujeres de irresistible, voluptuosa y sobrenatural belleza; aunque, junto a esos agradables rasgos, siempre aparecen detalles que delatan su filiación demoníaca: colmillos muy filudos, orejas puntudas, pies embarrados, etc.

Según las representaciones más generalizadas, las súcubos tienen características como alas de murciélago en la espalda, cuernos, garras, ojos de serpiente, cola terminada en triángulo o hasta una vagina dentada (esto último es más un rasgo simbólico)…
Por último y aunque no se puede hablar de una imagen específica, un dato curioso es que en la Edad Media solían emplear imágenes de súcubos en muchos prostíbulos y burdeles.

Los súcubos y la Demonología


El famoso teólogo San Agustín de Hípona había postulado que el pasaje de Génesis 6:4 refería el hecho de que los ángeles caídos tuvieron hijos con mujeres mortales. Del mismo pasaje el papa Benedicto XIV (1740-1758) declaró: 
“Este pasaje hace referencia a los demonios conocidos como íncubos y súcubos”.
 Así mismo y dado que entre San Agustín y él (Benedicto XIV) muchos teólogos se habían pronunciado sobre el tema, el papá resumió —teniendo la humildad de no usar su autoridad doctrinal para zanjar el asunto—sencillamente el panorama con estas palabras: 
“Algunos autores niegan que no puede haber descendencia…otros, sin embargo, afirman que el coito es posible, por lo que puede haber lugar para la procreación”.
Fue sin embargo mucho antes de Benedicto XIV cuando, a partir del siglo XIII, el asunto de los íncubos y súcubos empezó a tener una gran relevancia en gran parte gracias al poder dominante y represivo de la Santa Inquisición, institución ésta que jugó un rol clave en el fuerte reforzamiento que en el Medioevo se dio entre el mal, el sexo y los demonios.

Es en este marco de fanatismo y superstición donde surge el siniestro Malleus Maleficarum (publicado en 1489) de las plumas de Kramer y Sprenger. 
En él, entre tantas otras cosas dichas sobre los demonios, se afirma que los súcubos y los íncubos no tienen sexo fijo, siendo que un mismo demonio actúa como súcubo ante un hombre y como íncubo ante una mujer, tomando el semen del primero (puesto que él no puede producir semen) para embarazar a la mujer que victimice cuando asuma su estado de íncubo.
Ahora, y esto no es del todo aclarado por Kramer y Sprenger, de esas terribles uniones nacerían seres deformes, monstruosos, débiles, enfermizos, propensos al mal o, en ciertos casos, dotados con poderes especiales como Merlín, mago legendario que supuestamente habría nacido de la unión de una mujer con un íncubo.
Tal propuesta teológica no fue para nada inocua en el plano social, ya que contribuyó a reforzar la tendencia popular a creer que las criaturas que nacían con deformidades o discapacidades severas eran obra del Diablo en el sentido de que algún demonio (íncubo/súcubo) había participado en su creación.
Más tarde, en 1595, el magistrado y cazador de brujas Nicalás Remy publica su Daemonolatriae libris tres(1595), donde afirma que los demonios (y por tanto los súcubos) son incapaces de amar, mas pueden tener sexo y hasta viven en estado de lujuria permanente, siendo para ellos el sexo un instrumento de humillación y sometimiento completamente desligado del amor y la ternura.
Contrario a cierto aspecto de estas propuestas fue el eminente teólogo Tomás de Aquino (s. XIII), quien creía que los demonios eran incapaces de sentir deseo sexual y por tanto lujuria mas, pese a eso, no negaban su sexualidad y la empleaban como un medio para infringir dolor y sufrimiento.
En todo caso es patente que tanto Tomás como Remy planteaban que los demonios empleaban el sexo para hacer daño e incluso, según se ve en un supuesto caso real referido por Remy, el trato carnal con los demonios no era nada placentero, tal y como le sucedió a un hombre con la súcubo Abrahel:
‹‹Todos los que hablaban de haber tenido trato carnal con un demonio, afirmaron que no podían imaginarse nada más repulsivo. En Dalheim, Petronio de Armantiere afirmó que tan pronto como abrazaba a Abrahel, los miembros se le volvían rígidos.››
Ciertas versiones no tan aceptadas afirmaron que, en medio del furor sexual, el súcubo realizaba pequeñas y leves incisiones rasguñando el pecho de los hombres, gracias a lo cual podía alimentarse de la sangre que brotaba.

Una idea bastante aguda —aunque aparentemente incompatible con la imagen que el Libro de Tobías da del demonio Asmodeo como sexualmente aficionado por Sara— era la de Henry Boguet (1550-1619), quien propuso que los demonios no experimentaban deseo sexual porque eran inmortales y no necesitaban descendencia para perpetuar su especie, de modo que no necesitaban tener órganos sexuales y, en realidad, lo que ocurría era que éstos, en su voluntad de inducir al pecado, le hacían imaginar y sentir a un hombre que estaba teniendo sexo con una súcubo,  o a una mujer le hacían imaginar y sentir que estaba teniendo sexo con un íncubo.
Por su parte, Pierre de Rostegny (1553-1631) postuló que los demonios, sean súcubos o íncubos, preferían tener sexo con hombres casados o mujeres casadas, ya que de ese modo añadían al pecado de la lujuria el pecado del adulterio. Además, Pierre sostuvo algo que también muchos otros sostuvieron: a saber, que los demonios gozaban con manifestaciones sexuales prohibidas o mal vistas por la Iglesia incluso dentro del matrimonio, manifestaciones como, en el caso de los íncubos, el sexo anal (considerado “antinatural” en ese entonces).
Ya en el siglo XVII, el exorcista y demonólogo católico Ludovico María Sinistrari planteó lo siguiente: en su opinión y tal como afirmaron los autores del Malleus Maleficarum, los demonios no tienen sexo definido. A eso, Sinistrari agrega el que, antes de transformarse en súcubo o íncubo, un demonio requiere de ciertos materiales físicos para asumir una materialización sexuada en forma de súcubo o íncubo. En cuanto a la forma en que un demonio consigue dichos materiales, otros autores han complementado la teoría de Sinistrari diciendo que, para volverse un súcubo (o un íncubo), un demonio se valía de cadáveres que animaba y metamorfoseaba o de carne humana con la cual formaba un cuerpo que luego animaba metiéndose en él.
En cuanto a su comportamiento, algo que siempre se ha creído (aún hoy en día) de los súcubos es que éstos atacan principalmente de noche, después de que la víctima se ha dormido.
No obstante también ha habido informes que muestran ataques en las siestas de la tarde u otras, evidenciando así que el mero hecho de estar dormido vuelve al hombre más susceptible a sufrir el ataque de un súcubo.

Otra cosa que desde el Medioevo se ha acentuado mucho es que los súcubos (y lógicamente también los íncubos en relación a las mujeres) por lo común prefieren atacar, o bien a gente espiritual y contemplativa como artistas, místicos, sacerdotes y religiosos en general, o bien a gente bien carnal o que participa de prácticas paganas o satánicas.
Algo no muy sabido es que muchos teólogos medievales plantearon que el número de súcubos era mucho menor al de íncubos, estando en una proporción de 1/9. Poco conocido es igualmente el planteamiento de que los súcubos (y los íncubos) se alimentan no solo de la energía de su víctima sino también de su miedo.
Por último, ciertos demonólogos han afirmado que los súcubos pueden aparecerse como personas conocidas, poder éste que utilizarían para causar mucho mayor daño moral que el que podrían hacer si simplemente viniesen en la forma de la voluptuosa dama diabólica que corta el sueño del caballero para fornicar con él.
 Así, en teoría este poder del súcubo explicaría casos extraños en que un hombre está tranquilo y, contrariamente a la conducta que por años ha mostrado, aparece su cuñada para seducirlo o, peor aún, su prima o su hermana…Evidentemente y sobre todo si tenemos en cuenta que esta creencia demonológica tuvo bastante aceptación popular en el contexto del fanatismo y la superstición medieval, saltará a nuestro sentido común el que, en una época en que la Iglesia inspiraba miedo y tenía el poder de torturar y matar, muchas parejas inmorales (cuñado-cuñada, nuero-suegra, hermano-hermana, etc…) debieron valerse del “fue el súcubo” para salvarse de la mano severa del poder religioso.
Aunque de no mucha utilidad, para distinguir a una seductora humana de una seductora súcubo, los especialistas dieron la clave de que el súcubo siempre hacía dormir a todos alrededor, de modo que nadie se daba cuenta y, además, ese sueño era tan profundo que no despertaban mientras tenía lugar el acto impuro; pero… ¿y si hacían silencio y la tentadora humana aparecía en medio de la madrugada?…

 . Cómo invocar a un súcubo

En el libro Secrets of Western Sex Magic, Frater U. D. nos dice lo siguiente sobre la invocación de súcubos e íncubos:
‹‹La manera más fácil de invocar a los íncubos o súcubos es la magia sigílica; por ejemplo, con la sentencia de deseo, “Es mi deseo encontrar a un súcubo en mis sueños esta semana”. Si todavía experimentas dificultades para recordar los sueños, incluye una sugestión relevante en la sentencia.También puedes trabajar ritualmente hacia el coito deseado, por ejemplo, cargando un talismán o fetiche y llevándolo sobre tu cuerpo. Los “sacrificios” en la forma de secreción sexual son los preferidos. Las muñecas cargadas o los fetiches suministran la base material de la aparición, pero estos sólo deberían ser usados si uno quiere atar la energía del íncubo o súcubo materialmente por ciertas razones.Por supuesto, la cópula con demonios sexuales no está limitada al estado de sueño. Puedes invocarlo en un ritual cuando estés en un trance sexual (esto es algunas veces incluso más intenso que una experiencia de sueño).››

Con respecto a lo citado algunos podrían preguntarse  qué es eso de los fetiches cargados, duda que se respondería de manera sencilla si entendemos que ese fetiche cargado es un objeto sobre el cual, a través de procesos rituales, prácticas de visualización y masturbación, se ha vertido nuestra energía de deseo en relación al propósito mágico que deseamos conseguir. Así, ese fetiche podría ser una estatuilla que represente a una súcubo, estatuilla con la cual habremos hecho rituales y tenido fantasías, siempre teniéndola en una mano (si es una, es preferible que sea la derecha, pues en Reiki esta es la mano que transmite energía, mientras que la izquierda recepta) o en ambas.
Además de las técnicas sugeridas por Frater U. D., también existen complejos rituales en la escuela tántrica Kaula. No obstante, un procedimiento con altas probabilidades de éxito es el del sueño lúcido, tipo de sueño que, según señalan los ocultistas, es “la antesala del viaje astral”.
Ocurre así que, aprendiendo a estar conscientes de que soñamos, a programar determinados sueños deseados y a moldear lo que estamos soñando mientras soñamos de forma lúcida, podemos ir aproximándonos al desarrollo de sueños lúcidos en los que tengamos contacto con los súcubos, sueños lúcidos que tarde o temprano nos llevarán a un verdadero contacto con los súcubos en el mundo astral, puesto que los súcubos habitan en los niveles más bajos del astral y el acceso a esos niveles es mucho más fácil que el acceso a niveles elevados en el que habitan entidades de luz.
Otra técnica bastante poderosa es la de la acumulación de energía sexual, ya que esto, según muchas escuelas de pensamiento esotérico, abre la puerta a la transmutación o transformación de esa energía en energía psíquica.
 Normalmente esa transformación sería complicada, pero, si el fin que perseguimos es un fin sexual como el contacto con súcubos, entonces el asunto se vuelve realmente sencillo ya que fácilmente esa energía represada se puede transformar en deseo, no ya entendido como mero deseo del cuerpo sino más que nada como deseo a nivel emocional y mental. Para acumular dicha energía los especialistas en magia sexual recomiendan estimularse con pornografía, masturbación sin eyaculación y, sobre todo, visualizaciones en que se cumple aquello que deseamos.
Así, se recomienda primeramente imaginar a una sombra, sombra que luego habremos de ir moldeando mentalmente según el aspecto que deseemos que tenga nuestro súcubo (recordemos que, según la mayoría de teorías, los súcubos pueden cambiar su aspecto en vistas a encender nuestra concupiscencia).
Finalmente, cuando tengamos una visualización clara imaginaremos que cobra vida y que empieza a interactuar sexualmente con nosotros; pero, y es de suma importancia, llegados a este punto no solo debemos visualizar en términos de imágenes sino de sensaciones, procurando oír los sonidos en nuestra mente y sentir al súcubo en nuestra piel.
Todo esto podría parecer una futilidad pero no lo es, evidencia de lo cual es que una escuela de control mental tan seria como el Método Silva recomienda siempre visualizar también en términos de sensaciones táctiles y auditivas para así aumentar el poder psíquico de la visión en tanto elemento que, mediante ciertos mecanismos operados primordialmente a nivel de planos sutiles, es capaz de producir los hechos correspondientes y deseados en el mundo concreto.

Explicaciones sobre los súcubos:

Dos explicaciones en el ámbito de las realidades post-mortem

En el marco de aquellas concepciones de la reencarnación dentro de las cuales está excluida la posibilidad de reencarnarse en un animal, existe cierta teoría según la cual los súcubos (y los íncubos) no son demonios sino lujuriosas almas desencarnadas que, no habiendo todavía entrado al proceso de volver a nacer en otro cuerpo, vagan por el mundo en los bajos planos del mundo astral, planos donde yacen los deseos más terrenales como, por ejemplo, la voluptuosidad desenfrenada que las habita y les causa gran angustia y ansiedad ya que tienen deseo sexual (la sexualidad va más allá de lo físico) pero no tienen un cuerpo para satisfacer plenamente ese deseo.
Este pues sería el supuesto origen de súcubos e íncubos, ya que estos espíritus desencarnados se verían atraídos por personas que emitan vibraciones astrales propias de deseos sexuales intensos y frecuentes.
 Así, en las horas de sueño estos “súcubos” e “íncubos” irían donde ciertos hombres y mujeres y concretarían el contacto en el plano etérico, dejando a la persona impregnada con fluidos energéticos de deseo carnal, fluidos que la incitarían a desarrollar perversiones y que siempre aumentarían la lujuria, tendiendo así a sumir a la persona en un círculo vicioso en el que la parte astral de su energía libidinal atraería súcubos o íncubos, quienes luego incrementarían esa energía libidinal y con ello la persona tendería a atraer más súcubos o íncubos, y así indefinidamente si no sucede algo que, venido del exterior o del interior de la persona, detenga el proceso.
Ya en lo que es el catolicismo actual, vemos que la superstición y la actitud de ver en todo a los demonios se ha disipado enormemente, dando lugar a una actitud más racional en la cual, dentro del margen de libertad intelectual que la Iglesia da a sus clérigos, hay opiniones sobre los súcubos e íncubos como la del Dr. Ramón Murray, quien escribió lo siguiente: 
‹‹Como teólogo yo creo que los muertos antes de tiempo por accidentes, suicidio, ahorcamiento, que no completaron su edad cronológica en la tierra, que han sido hombres y mujeres rebeldes a Dios y a las autoridades delegadas por Dios como son padre y madre Satanás los usa para hacer fechorías lujuriosas en la tierra a través de demonios que toman apariencia de esas personas muertas, que no son ellas sino demonios, hasta que esos muertos cumplen su edad cronológica determinada por Dios en la tierra y luego ya no aparecerán mas demonios en su figura corporal.››

 .Lo que dicen los escépticos


En la mentalidad científica los encuentros con súcubos e íncubos en realidad serían episodios de alucinaciones hipnagógicas (visuales, auditivas, táctiles y hasta en algunos casos olfativo gustativas…) surgidas sobre todo durante las parálisis de sueño y en menor medida durante intensos episodios oníricos.
En cuanto a la causa, dichos episodios alucinatorios estarían principalmente motivados por el deseo sexual, el cual en muchos casos sería un deseo sexual reprimido (como sucede en religiosos y religiosas por sus votos de castidad) o bien un deseo sexual frustrado (pongamos el caso de un hombre que es muy ineficaz para seducir mujeres) que encuentra su plataforma de satisfacción imaginaria en los supuestos encuentros con el súcubo o el íncubo; pero esos son solo los casos principales, ya que también podría darse, por ejemplo, el caso de individuos adictos al sexo que creen mucho en demonios y esas cuestiones.
Lo anterior permitiría entender racionalmente el fenómeno en una perspectiva que deja de lado su dimensión histórica.
Ahora, y si lo que queremos es comprender su origen en tanto fenómeno socio-cultural que fue evolucionando a lo largo de la historia, lo que los escépticos dicen es que los encuentros con súcubos e íncubos surgieron básicamente como explicación a los sueños eróticos y, en el caso particular de los súcubos, a los sueños eróticos manifestados como sueños húmedos.
Tal explicación habría surgido como expresión de una época en que, debido al escaso desarrollo del conocimiento científico y a la dominancia del pensamiento mágico emanado de las supersticiones y el fanatismo religioso, el hombre tendía a explicar en términos sobrenaturales todo aquello que desconocía y, puesto que en el Medioevo la sexualidad estaba muy asociada al pecado y al Diablo, no resultaba tan descabellado afirmar que el “virtuoso” caballero se había levantado con ciertas secreciones debido a la influencia perversa de alguna súcubo…

Por último y para que se vea lo útil que resulta la explicación científica (la de las alucinaciones hipnagógicas), recuérdese nada más que, en la Edad Media, la mayoría de casos conocidos de súcubos e íncubos tuvo como presas a sacerdotes, monjes y monjas, hecho que nos lleva a preguntarnos lo siguiente: ¿los atacaron las lujuriosas huestes del Diablo porque eran “puros” y “puras” y querían alejarlos de Dios, o vivían sexualmente tan reprimidos y reprimidas que, para no experimentar la culpa que implicaría violar voluntariamente el voto de castidad, sus mentes les crearon diablesas y diablos que sin preguntar irrumpían y daban rienda suelta a los actos carnales?

.Los súcubos y la asociación entre el mal, el sexo y el Diablo


El planteamiento básico, desarrollado por estudiosos de pensamiento progresista, afirma que, en términos generales, vemos que en la cultura occidental (sobre todo en países subdesarrollados) existe una tendencia, por parte de los individuos, a ver la sexualidad como algo sucio y a experimentarla muchas veces como algo que produce culpabilidad, vergüenza y angustia, sobre todo cuando se da fuera de las expresiones socialmente bien vistas.
Según la teoría que aquí se expone, aquello se debería a que la herencia judeocristiana ha hecho que los individuos tengan introyectada (interiorizada, arraigada en sus esquemas psicológicos y mentales) la asociación sexo-mal-Demonio, relación que a lo largo de los siglos de vigencia del cristianismo ha ido acompañada de una misoginia que ha visto en la mujer un ser más proclive al mal que el hombre, expresión de lo cual es el hecho de que el primer demonio sexual haya sido una súcubo: Lilit.
Ella solo se menciona en un pasaje de la Biblia pero fue la primera compañera de Adán según interpretaciones rabínicas del Génesis, interpretaciones a partir de las cuales surgió una historia aceptada dentro del judaísmo en la cual Adam, cuando por primera vez quiso tener relaciones sexuales con Lilit, le pidió que se acostara debajo de él: 
‹‹Adam y Lilit comenzaron a argumentar. Ella dijo “yo no me acostaré debajo”, y él dijo: “Yo no me acostaré al lado tuyo, solo encima de ti. Pues eres hecha solo para estar debajo, mientras que yo fui hecho para estar encima”›› (Alfabeto de Ben Sirá).
No obstante a Lilit le pareció una posición humillante pues se consideraba igual a Adam y no se creía en el deber de obedecerle, siendo así que finalmente terminó abandonando el Edén después de que Adán intentase obligarla. Posteriormente se dice que Lilit fornicó con el demonio Asmodeo y que de esa unión surgieron los primeros íncubos y también nuevos súcubos; finalmente, en la antigua tradición mística del judaísmo se creía que Lilit empleaba el semen de los sueños húmedos para crear nuevos demonios…
Todo esto de Lilit deja entrever el machismo de la tradición judía, tradición que en sus inicios con Moisés forjó aquella visión moral de la sexualidad que luego adoptó el cristianismo y que, a lo largo de los siglos de la historia occidental, fue arraigándose en la cultura al punto de que hoy en día está en gran parte naturalizada en tanto que muchos de sus aspectos son vistos por la gente como imperativos morales que no tienen raíz religiosa cuando en realidad sí la tienen.
Dicho todo lo anterior surge naturalmente la siguiente pregunta: ¿cómo y por qué sucedió todo? Veamos.

Todo comenzó en el periodo histórico en que el pueblo hebreo estaba forjando su identidad religiosa y moral: los tiempos de Moisés.
Fue pues en ese entonces cuando, con mano de hierro, Moisés implantó el monoteísmo, los diez mandamientos y supuestamente (algunos investigadores dicen que no la escribió Moisés y que se hizo siglos después) toda la famosa Ley Mosaica, la cual contiene 613 preceptos.
Sea como fuere el punto es que, con el castigo de la muerte para faltas (infidelidad sexual, blasfemia, desobediencia de los hijos a los padres, etc) que hoy no recibirían ni una pedrada en la cabeza y con otros castigos severos (destierro, por ejemplo), Moisés y una pequeña élite que le seguía configuraron un culto religioso en que las manifestaciones de la sexualidad no reproductiva eran vistas como “inmundas” y “abominables”; y, si bien en ese entonces el Diablo aún no era un elemento del discurso religioso, posteriormente el judaísmo habría de hacer que esa asociación entre la sexualidad no reproductiva y el mal se transforme en una asociación entre la sexualidad no reproductiva y la personificación del mal: Satán.
En cuanto a las razones de por qué Moisés instauró aquella visión, fueron básicamente las siguientes:
1) Ya que la sexualidad solo era permitida entre el esposo y la esposa, se solidificaba a la familia como célula social y se lograba así una sociedad más controlable y más propensa a un crecimiento organizado debido a que los hijos solo nacían en el matrimonio.
2) Se lograba fortalecer la identidad del pueblo judío al diferenciarlo de los paganos, quienes veían la sexualidad como un regalo de los dioses y hasta tenían orgías masivas y prostitución sagrada, por esto, la lucha contra la idolatría pasó a ser en parte la lucha contra la libre sexualidad 3) En una sociedad patriarcal (la mujer no tenía poder, el padre era el gran jefe de familia, los hombres gobernaban y las esposas debían ser dóciles con sus esposos), militarizada y abocada a consolidar su poder frente a otros pueblos, el deseo individual de la sexualidad no reproductiva era contraproducente pues lo que importaba era el todo social y a causa de eso, reprimiendo en lo posible ese deseo, se aumentaba el carácter del sujeto como engranaje social y se disminuía así su individualidad.
Comprendido esto tenemos que, luego de Moisés, toda esta represión de la sexualidad no reproductiva se fue fortaleciendo al punto de que “derramar el semen fuera de la vagina” fue, en el contexto doctrinal de las escrituras, considerado como algo reprensible ante los ojos de Dios.
Luego, ya en lo que fue el cristianismo, vemos que Cristo promovió una actitud algo tolerante y bastante compasiva (recuérdese cuando salvó a la mujer adultera de ser apedreada) y que, en su doctrina, tenía mucha más importancia el amor al prójimo y la bondad que el ser unos santurrones sexualmente hablando, cosa que se ve cuando les dijo a los fariseos que los publicanos y las prostitutas  estaban mucho más adelantados que ellos en “El Reino de los Cielos”.
Entonces y finalmente: ¿por qué el cristianismo adoptó una actitud más parecida a la de los judíos que a la de Cristo en el sentido de manifestar machismo, sacralización de la obediencia y satanización del sexo? Según los autores progresistas y lo que dirían filósofos como Nietzche o Focault: deseo de poder. Eso al menos a un nivel general, ya que lo que históricamente ocurrió fue que las otras voces (los apóstoles) del Nuevo Testamento pertenecían a individuos que anteriormente eran judíos y que por ende, a pesar de creer en Cristo, tenían una gran dificultad para dejar de lado la mentalidad machista, patriarcal y satanizadora del sexo que se pregonaba en la religión en que se criaron.
Así se dio que, una vez que la Iglesia empezó a surgir como institución, se recurrió a doctrinas como lo de la sagrada inspiración de las Escrituras para dar a las palabras de los apóstoles una importancia casi tan grande como la que tenían las palabras (heterodoxas en su tiempo) de Jesús. 
¿Por qué? Sencillamente porque el discurso judío, por las mismas razones que a Moisés le sirvió su doctrina rigurosa, les servía a los primeros hombres (y a tantos otros que luego llegaron) de la Iglesia para consolidar el poder institucional de la Iglesia e incluso para tener cierto poder político y social pues, evidentemente, un discurso como el que manejaban le servía a cualquier Estado para mantener a su sociedad domesticada.
Fue pues en ese proceder que se llegó a la cúspide de toda esa oscuridad doctrinal durante la Edad Media: allí se fortaleció más que nunca la idea de la sexualidad como algo ligado a Satanás, allí se solidificó la imagen de la mujer como más pecaminosa que el hombre y, entre otras cosas, se habló de demonios que asumían (o tenían) aspecto de mujer y tentaban a los hombres mientras dormían, demonios que se llamaban súcubos y, pese a la etimología de su nombre, al igual que su madre primigenia Lilit, tampoco gustaban de yacer debajo de los hombres.

LOS ESPÍRITUS FAMILIARES EN LA MAGIA NEGRA



Los espíritus familiares pueden ser buenos o malos, pero aquí hablaremos de esos que acompañan y sirven a las brujas y hechiceros, que generalmente emplean el cuerpo de un animal vivo para cumplir sus tareas, y que pueden ser espíritus de humanos fallecidos, seres como los duendes o las criaturas astrales, entidades creadas por el mago o incluso demonios…

En sentido general, un “espíritu familiar” es aquel que se ha familiarizado con una persona, que tiene un vínculo personal con la misma, siendo la comunicación uno de los caracteres principales de dicho vínculo.
Sin embargo, dando un sentido preciso, un espíritu familiar es aquel que acompaña y sirve a alguien, pudiendo transferirse a los descendientes de esa persona y estando muchas veces (no siempre), tras su compañía y servicio, una situación contractual, entendida como el hecho de que la persona ha dado o sigue dando algo al espíritu familiar.

El concepto anterior permite entender que hay espíritus familiares buenos y malos; y por lógica, ya que siempre sirven al interés de la persona, su bondad o maldad no se planteará en el sentido de si son buenos o malos con la persona, sino en lo que respecta a las cosas que hacen para la persona, estando así su condición moral-espiritual ligada a la condición moral-espiritual de aquel a quien sirven.

No obstante, la tendencia cristiana a demonizar todo (muy visible actualmente entre los evangelistas y protestantes en general), unida al hecho de que el concepto de espíritu familiar se haya popularizado durante la oscurantista fiebre inquisitorial propensa a la superstición y la fantasía, ha tenido tal influencia en la imagen que el imaginario social tiene del espíritu familiar, que en el diccionario de la RAE se lo concibe desde su acepción negativa, como si ésta fuera la única, diciéndose así que un “familiar” es un:

‹‹Demonio que se supone tiene trato con una persona, y a la que acompaña y sirve.››.

Esclarecido todo esto, cabe decir que en este artículo solo hablaremos de los espíritus familiares en el contexto de la magia negra, y por ende solo nos referiremos a espíritus familiares malignos, los cuales no necesariamente son demonios.
Por último, y regresando a la cuestión de los espíritus familiares en sentido general, debe advertirse que éstos no son lo mismo que los espíritus guías y espíritus consejeros: pueden dar consejos (en general no lo hacen), pero se centran en dar servicios; mientras que, un espíritu guía o un espíritu consejero, no dará servicios, salvo que se tomen sus palabras de guía o consejo como un servicio, pero esto no suele (ni debe) hacerse para evitar la confusión conceptual.

Un poco de historia


En el estatuto isabelino (de la Reina Isabel I) de 1563, no se menciona nada de “espíritus malignos”; sin embargo, en 1604 la legislación inglesa cambia e incluye entre los delitos el

‹‹consultar con un espíritu maligno, pactar con él, mantenerlo, utilizarlo, alimentarlo o remunerarlo››.

Es pues una clara institucionalización jurídica del aspecto paranoico del pensamiento mágico generalizado por la imposición del discurso religioso como el filtro de mayor influencia en la percepción socio-cultural de la realidad. Por otro lado, viendo el sorprendente cambio legal uno se pregunta: ¿qué pasó entre 1563 y 1604? Veamos.

Entre esas dos fechas es cuando se desarrolla la teoría de los demonios familiares, fundamentalmente a partir de los procesos legales por cargos de brujería, en los cuales muy frecuentemente se mencionan los sirvientes “demoníacos” de la supuesta hechicera. 

Concretamente, los términos “familiar” e “imp” fueron usados por primera vez en la obra Discovery of Witchcraft (1584) de ReginaldScot, quien consideraba a éstos como la antítesis del ángel guardián. Con el antecedente de Scot, en 1593 y dentro de su Dialogue ConcerningWitches, George Gifford afirma que: 

‹‹Las brujas tienen sus espíritus, algunas uno, otras dos, tres o cuatro, de formas diversas, como gatos, sapos o ratones, a los que alimentan con leche o pollos o dejándoles chupar de vez en cuando unas gotas de sangre.››.

Ahora bien, la teoría desplegada en el periodo referido postuló también que la bruja podía dejarles sus espíritus familiares a sus descendientes, y que el pacto de ella con el Diablo no necesariamente tenía que ser repetido por quienes heredaran el cuidado y los servicios de los “familiares”.

Por otro lado, y si bien era frecuente decir que el Diablo se había manifestado en tal o cual situación, las apariciones de éste debían distinguirse de los familiares, tal y como expresa Guazzo en 1608, ya después de que surgiera la teoría de los demonios familiares; dice así:

‹‹El Diablo se manifiesta bajo múltiples formas de espectros, como perros, gatos, cabras, bueyes, hombres, mujeres o búhos con cuernos. Pero como la forma humana es la más perfecta y hermosa en todos los sentidos, normalmente esa es la que adopta para presentarse ante nosotros››.


Retomando ahora el asunto de los procesos legales contra las brujas, se sabe que existen cientos de relatos sobre los demonios familiares, basados en confesiones de la hechicera bajo tortura o en el testimonio de personas que afirmaron la presencia del “familiar” o los “familiares” en la vida cotidiana de la bruja juzgada. Estos relatos estuvieron presentes en toda la Europa sometida al azote inquisitorial, pero solo en Escocia e Inglaterra tuvieron abundantes expresiones a nivel de textos escritos, lo cual se debió a que fue en esas zonas donde se desarrolló, oficializó e incorporó en la teoría de la brujería el concepto de “espíritu familiar” o “demonio familiar”, siendo que la idea se menciona muy poco en manuales de brujería propios de otras regiones de Europa.


Como se intuye, en el caso de los “familiares”, la teoría demonológica surgió en el marco de cierto tipo de práctica jurídica (los juicios a supuestas brujas), en tal modo que podría sospecharse que, al menos en parte, fue elaborada ad hoc para facilitar las condenas a las brujas; ya que, por ejemplo, resultaba mucho más fácil acusar a una “bruja” de estar en compañía de los demonios si, sobre una base de planteamientos demonológicos, se afirmaba a priori que el gato negro que la acompañaba era un “familiar”, dado por el Diablo pues se suponía que los “familiares” eran demonios de baja categoría que, tras un pacto, el Señor de las Tinieblas otorgaba a la bruja, y estos generalmente tomaban formas de animales para pasar desapercibidos y cumplir impunemente sus maléficos cometidos, aunque curiosamente no estaban dotados de la prerrogativa de proteger físicamente a la bruja, de modo que así quedaban validados los testimonios de jueces, secretarios y torturadores, que los vieron materializarse cuando la bruja era atormentada, pero no fueron atacados porque estos demonios no tienen la potestad infernal para tal cosa…
Si lo dicho es ya de por sí alarmante, lamentablemente no fue todo, porque la paranoia llegó tan lejos que casi cualquier animal cercano a la bruja podía ser considerado un demonio familiar; no tenía que ser el gato o el perro que habitaban bajo el mismo techo de la “hechicera”: podía ser la abeja blasfema que le picó a la vecina piadosa mientras recitaba el Padre Nuestro, el zorro perverso que devoró a la gallina de la nuera del pastor, o el cuervo diabólico que por “artes de hechicería” apareció casi a la medianoche en la ventana de un “hombre de Cristo”, curiosamente una semana antes de que su esposa muriese presa de una “misteriosa enfermedad” lanzada por una seguidora del Maligno…

Familiares, animales y brujas



Si bien es cierto que muchas de las supuestas brujas no eran tales y que la teoría de los demonios familiares tuvo una motivación marcada por la finalidad de constituirla en instrumento a favor de una ley dominada por la religión, no por ello debe pensarse que las brujas reales descreían de lo afirmado por los demonólogos en relación a los demonios familiares, pues efectivamente las brujas creían en tales cosas, y fueron sus prácticas lo que dio a los cazadores de brujas la posibilidad de aplicar de forma indiscriminada y paranoica una teoría demonológica que llevó a la muerte a muchas mujeres inocentes y a otras que, siendo efectivamente brujas, no necesariamente tenían con ellas demonios por el mero hecho de creer tenerlos.

En síntesis, el punto es que la llamada “brujería familiar” (brujería que usa demonios familiares) fue una forma de hechicería que, antes de ser llamada así, existió y por tanto precedió a la teoría que después le dio nombre.
En el caso de Inglaterra, se sabe que la brujería familiar se concentró en los alrededores de Essex y de la región del Este, y que la esencia de este tipo de hechicería consistía en procesos mágico-rituales destinados a obtener un “aliado mágico” en forma de animal, el cual obedecería órdenes de la bruja, ejecutando tareas de obtención de información, causación de daños y sanación, además de funciones de mediador, canalizador, o centinela-monitor, capaz de indicar la presencia de entidades espirituales y de energías, o incluso, en algunos casos, capaz de presagiar acontecimientos futuros o indicar que algo malo estaba ocurriendo en algún lugar distante.

Estos “aliados mágicos” animales podían ser de muchas especies y géneros: aves, perros, gatos, sapos, serpientes, zorros, caballos, osos, o hasta insectos.
Claro que unos eran mejores que otros, en sentido general o para ciertas tareas puntuales.

Por ejemplo, el gato era ideal para sentir presencias del mundo espiritual (el de arriba o el de abajo…), mientras que la serpiente podía ser enviada para que pique y la paloma podía dar mensajes. Complementariamente, una bruja podía tener muchos familiares y los familiares podían estar organizados en parejas de macho y hembra y en funciones particulares. Sin embargo los servicios no eran gratuitos, pues la bruja debía dar, con una frecuencia que variaba en función del tipo de paga y de la naturaleza del familiar, cosas como leche, sangre de su propio cuerpo, sacrificios de animales, o incluso sacrificios humanos…

Por último, también se creía que la bruja podía crear su propio demonio familiar, no en sentido literal o en el sentido del ocultismo actual, sino en el sentido de que la hechicera podía usar un animal vivo (preferentemente una mascota suya) y, mediante un ritual, conseguir que un espíritu o un demonio pasase a morar en el animal, manifestándose principalmente a la hora de cumplir con sus siniestros servicios.

Al igual que en el caso de los unicornios (en el que vendían cuernos de narval haciéndolos pasar por cuernos de unicornio…), los charlatanes aprovecharon la superstición y la credulidad para estafar a la gente, y así era posible encontrar vendedores de “familiares”, que llegaban a cobrar grandes sumas por cosas como un gato supuestamente poseído por un demonio que aceptaría servir de “familiar” a cualquiera que lo comprase.


Naturalmente los estafadores eran astutos, y elegían especímenes que, por su aspecto, pudiesen parecer demonios familiares ante los ojos del crédulo ávido de conseguir el poder que representaba gozar de los servicios de un demonio o espíritu: especímenes como grandes gatos negros, alguna serpiente de aspecto amenazador, o quizá un pájaro hábilmente pintado…

Clases de espíritus familiares


La brujería contemporánea ha ampliado y desarrollado el concepto del “familiar”, de modo que éste puede ir desde el simple animal especialmente entrenado y dotado de un vínculo mágico con su dueño, hasta un demonio (encarnado o no en un animal), pasando por entes creados a través de procesos que manipulan energía astral. No todos los familiares son animales o entidades que habitan en animales: algunos permanecen sin tomar como morada un animal u objeto, aunque la mayoría se manifiestan bajo la clásica figura del animal que sirve de ayudante mágico.

Entre las posibles divisiones de los espíritus familiares, puede admitirse ésta:



El animal especial no poseído: 

Generalmente se trata de una mascota que cumple estas condiciones:

1) tiene una gran sensibilidad que le permite sentir presencias espirituales y energías, o incluso dar señales de cosas que están ocurriendo (en otra parte) o de cosas que ocurrirán,

2) tiene un vínculo estrecho y cálido con la persona, un vínculo en que sobresale la comunicación, la empatía y la compañía. Este animal-familiar bien puede ser que desde un comienzo presente su sensibilidad psíquica-espiritual, o que haya sido entrenado para desarrollarla, teniendo un mínimo innato que posibilite ese desarrollo. Así mismo, bien puede ser que el animal haya sido comprado, que haya nacido en nuestra casa, o que inesperadamente nos haya visitado (esto ocurre con perros y gatos principalmente) y, como señal de conexión con nosotros, se haya afanado en quedarse, mostrando particular simpatía.




El animal poseído por un espíritu: Estos son casos de animales en los cuales ha entrado un espíritu, refiriéndonos por “espíritu” a un espíritu que no es un demonio. El espíritu es aquí el verdadero familiar y no el animal, que es solo el vehículo viviente, el medio que usa el familiar para servirnos.
La forma en que el espíritu ingresa en el animal puede variar, de modo que éste puede haber entrado:

a) súbitamente, y

b) a través de un ritual o de otro proceso mágico. Desde luego que, prácticamente siempre, cuando entra súbitamente ha sido llamado, una o varias veces; mientras que, en el segundo caso, necesariamente es llamado el espíritu. Estos animales poseídos pueden detectar más cosas que los animales-familiares no poseídos, además de que, debido a ser más inteligentes cuando actúan dominados por el espíritu que los habita, pueden obedecer órdenes más puntuales y complejas, y así su poder de destrucción se vuelve enorme, ya que teóricamente, y esto se ve respaldado por la tradición oral de ciertas poblaciones rurales, hay aves “mandadas por la bruja” que le sacan los ojos a las personas… La contraparte de ese poder es que el brujo o la bruja puede ser víctima del mismo. Por ejemplo, si el animal-familiar poseído es un gran perro negro y la persona lo maltrata e incumple su parte del contrato, bien podría ser que una noche se levante al sentir que su cuello es penetrado por agudos colmillos…

Por último:

1) cabe decir que este tipo de familiares suelen tener vínculos psíquicos con sus amos, pudiendo comunicarse a través de la telepatía, y…

2) esta categoría desentona con las demás, que son categorías que no se interceptan, pero la hemos puesto porque es muy importante, ya que lógicamente también podría pensarse en un animal-familiar que esté poseído por un demonio, por un elemental, o por una entidad astral creada por el mago.



Criaturas astrales: 

Aquí hay algunas posibilidades, pero la más conocida es la del animal que en vida tuvo un vínculo estrecho con su dueño, y ya muerto regresa para servirle, pudiendo darse el caso de que en vida haya sido un familiar-animal no-poseído, o que no lo haya sido pero el mago lo haya llamado con el pensamiento, con rituales u otros métodos. Ese servicio necesariamente no puede durar indefinidamente, porque los animales-fantasmas son cuerpos astrales y nada más, careciendo así de sustancia mental, de cuerpo causal o de un Yo-Superior. De hecho, generalmente un fantasma-animal vive muy poco antes de desintegrarse, pero hay casos en que viven por años, dependiendo el tiempo de vida de la cantidad de sustancia astral, la cual siempre se ve aumentada cuando el animal ha interactuado de mucho y de forma profunda con humanos, cosa que siempre sucede con el animal-familiar no poseído.



Espíritus elementales:
 Los espíritus elementales son espíritus vinculados a la dimensión espiritual de la Naturaleza, y siempre se asocian a los cuatro elementos, no entendidos físicamente sino energética y espiritualmente. Esos elementos son el agua, el fuego, la tierra y el aire. Los elementales pueden ser de muchos tipos: duendes, salamandras de fuego, ondinas, silfos, elfos, hadas, etcétera…

 En lo que respecta a la magia negra, los duendes (vinculados al elemento tierra) son los elementales que más se emplean. Claro está que aquí nos referimos a elementales que ya existen, porque en teoría el mago, a través de rituales y procesos que involucren al elemento propio del elemental que quiere crearse, puede crear el suyo propio: en estos casos, generalmente el elemental se vincula a un objeto, portador de “su esencia”, que bien puede ser un espejo mágico, una botella, un cristal, un anillo, etcétera.

Este caso entraría en la categoría de “entidades creadas por el mago”, pero la hemos mencionado aquí porque dicha categoría, a través de los elementales creados, se cruza con esta categoría de los elementales. Es un fenómeno muy interesante, ya que el mago no puede crear demonios o fantasmas humanos, ni tampoco creaturas astrales entendidas de cierta manera: puede crear entidades que parezcan cualquiera de esas cosas, pero no que efectivamente lo sean.



Fantasmas humanos: 

También llamados “lemures” por el nombre que se les daba en la Antigua Roma, estos espíritus familiares pueden ser muy peligrosos en la magia negra; ya que, solo el espíritu de una persona mala, serviría a alguien que se dedica a usar las fuerzas psíquicas y espirituales para dañar y/o manipular.

En estos casos, es muy difícil que no exista una relación contractual y el mal espíritu haya decidido servir al mago solo para disfrutar haciendo maldades. De ese modo, esta clase de espíritus familiares suelen dar sus servicios después de pactos hechos con sangre, ya que la sangre es una de las sustancias con mayor poder para atar en el mundo astral.

Estos son comúnmente los espíritus familiares que operan al servicio del mago negro contemporáneo que ofrece sus servicios en línea para vengarse de tal o cual que nos haya hecho daño, o incluso para matar…

Esto es así porque hay tareas de destrucción que no puede realizar un espíritu familiar desde el cuerpo de un animal; y, dado que los elementales son difíciles de conseguir o crear, las criaturas astrales no son muy inteligentes, los demonios son muy difíciles de conseguir, y pocos son los brujos con suficiente poder psíquico para prescindir de entidades a la hora de dañar, los “malos espíritus” humanos quedan como la primera alternativa del hechicero a la hora de encontrar una manera efectiva de hacer cosas como debilitar psíquicamente o aterrorizar a alguien que esté en otra ciudad…


Demonios: 

Hay muchas brujas y hechiceros actuales que piensan que el mismísimo Satanás les ayuda solo porque tienen una estatuilla de él, o que tal o cual demonio les sirve solo porque han usado su sello en un ritual y han obtenido resultados. Lo cierto es que la gran fauna demoníaca (a partir de la cual hasta surgió un abecedario de demonios) es un producto de la fantasiosa demonología medieval, que es muy mitológica en el sentido de que admitió la posibilidad de que los dioses paganos fuesen demonios, y muy “revelada” en tanto que asumió como reales a los demonios que aparecieron en la Biblia y en ciertos textos ocultistas, ejemplos de lo cual son Asmodeo y seres de la tradición cabalística como Samael, respectivamente.

Por otro lado, actualmente hay debate, dentro del propio ocultismo, sobre si existen o no los demonios, y sobre cuál es su naturaleza exactamente. Resulta así bastante dudoso el que un brujo pueda tener como espíritu familiar a un demonio, sobre todo si se considera que, en realidad, bien podría ser que generalmente, suponiendo la existencia de los demonios, sean entes del bajo astral los que acuden al hechicero cuando éste invoca demonios… En todo caso, si un hechicero llegase a tener el siniestro privilegio de contar realmente con un demonio familiar, éste podría tomar posesión de un animal, infestar un objeto, o bien permanecer invisible o, según se desprende de diversos relatos, seguir la demoníaca costumbre de aparecerse con una forma mitológica o monstruosa, como un perro de varias cabezas o un hombre con cabeza de carnero…



Entidades creadas: 

Estas entidades se forman a partir de energía astral, se sostienen con energía astral, y su creación requiere complejos procesos en que el mago habrá de emplear símbolos, técnicas de visualización, elementos físicos que operen con la energía psíquica-espiritual de diversos modos (reteniendo, absorbiendo, emitiendo, direccionando, transmutando, amplificando, etcétera…), moldes de pensamiento, patrones de repetición y, según algunos, también egrégores (entidades creadas por varias mentes, consciente o inconscientemente), entre otras cosas. Crear con éxito una entidad es muy difícil, y generalmente ocurre que el mago cree haber creado una entidad, cuando en realidad no ha creado nada y simplemente ha conseguido tal o cual efecto con su propio poder.

Llamando al muerto



Si queremos conseguir un espíritu familiar humano para tareas de magia negra, un método muy poderoso y peligroso es emplear la fotografía (preferiblemente grande, con protagonismo del rostro, y en que la persona mire de frente) de alguien que se haya muerto recientemente y que no haya sido bueno en vida.
Resultaría muy útil si conocimos a la persona y ésta practicó el aspecto reprobable del ocultismo, pero eso muy difícilmente ocurrirá.

Ahora, hemos dicho que la persona debe haber muerto “recientemente”, y esto es así porque, al menos en el marco teórico de estas prácticas, es comúnmente aceptada la creencia en la reencarnación, y entonces hay que tener cuidado porque generalmente las personas no permanecen mucho tiempo en el mundo astral antes de pasar al mundo mental y posteriormente reencarnarse.
Y es que justamente los conocidos “fantasmas” son muertos que se encuentran en el plano astral, o al menos esto es así la mayoría de veces, pues de lo contrario sería casi seguro que estemos ante una aparición benéfica de un alma que recibió permiso para manifestarse en el mundo físico después de haber dejado el tránsito por el astral. Lo problemático es que no sabemos exactamente cuánto tiempo estará en el astral una persona, pudiendo ser menos de diez años o, en ciertos casos, décadas…

La única forma de establecer una cifra clara es saliéndonos del ocultismo occidental y recurriendo al Libro de los Muertos de la tradición budista-tibetana, en cuyo caso se habla del Bardo como un mundo de tránsito entre una vida y otra, que podría relacionarse con el astral y, a partir de eso, asumir los 49 días límites que alguien puede estar en el Bardo, como 49 días límite que uno puede estar en el astral.


Ciertamente la interpretación anterior es demasiado arbitraria, al menos si se parte de tantas historias famosas que hablan de espíritus que han penado por décadas en un mismo lugar…

Pero el Libro de los Muertos no es la única opción que tenemos para ver cuál es el límite prudencial que debemos darnos para intentar llamar a un fallecido.
La otra vía es la teoría que postula que, al menos en general, las almas se quedan penando en torno al cuerpo hasta que éste se descompone; después, bien podría ser que sigan penando en el mundo, o bien podría ser que se hayan ido, pero por lo mismo no es sensato esperar más que el tiempo promedio que un cuerpo tarda en descomponerse (los casos de accidentes y asesinatos son excepciones, allí el espíritu sale rápidamente y el sujeto a veces no sabe que ha muerto hasta después), y entonces:

¿cuál es ese tiempo? En promedio, en condiciones normales, pasado un año solo quedan los huesos y la dentadura, que no cuentan como parte de lo que debe descomponerse para que el espíritu se marche.
 Bien, basándonos en todo esto, quedaremos en que la persona no debe haber fallecido hace un año o más.

Entonces, una vez que tengamos su fotografía, la invocaremos cada día hasta que responda de alguna manera, siempre llamándola mientras la miramos a los ojos a través de su fotografía, que sujetaremos en nuestra mano derecha.
Para que esto sea más efectivo, podemos combinar la invocación a través del pensamiento con la invocación hablada, e incluso, si está a nuestro alcance, podemos invocar a la persona cerca de su tumba. Así, si acaso llegamos a entablar interacción con el difunto, podemos usar la ouija o algún otro método para ver si acepta tal o cual trato a cambio de sus servicios.